La posibilidad de que los docentes cumplan la totalidad de su carga horaria en una sola escuela tiene muchas ventajas respecto de una serie de componentes de una educación de calidad. Sin duda logra que los docentes abracen más comprometidamente un proyecto institucional, conozcan personalmente a sus alumnos y a sus familias, puedan trabajar en equipo, dedicarse con mayor posibilidad a proyectos o programas de extensión, se integren más activamente en la comunidad en donde la escuela se encuentra… entre otros.
Por otra parte, sin un proyecto institucional fuerte y compacto, la dedicación “por cargo” no encontraría el espacio necesario para lograr el impacto que nos proponemos. Además, la posibilidad de que los docentes tengan mayor presencia en una institución va en favor del cuidado de su salud, que no es un elemento menor cuando es posible constatar que la tarea docente afecta a no pocos educadores por realizarse en condiciones que distan de ser las óptimas para la responsabilidad que deben asumir.
Esta práctica comienza a extenderse en no pocas escuelas que validan afirmativamente esta propuesta como fuertemente transformadora.
Otro aspecto que forma parte de esta misma bandera es la necesidad concurrente de fortalecer las condiciones institucionales que hacen posibles las transformaciones educativas. Por ello, la disposición de las llamadas “horas institucionales” para que los docentes puedan coordinar su trabajo, planificar y evaluar en conjunto y fortalecer el proyecto institucional, está necesariamente vinculada con esta bandera.