Las escuelas transformadoras son escuelas profundamente democráticas. Esto tiene implicancias importantes en la vida cotidiana de las mismas. Por una parte, estas escuelas promueven la participación de los estudiantes y sus organizaciones. La existencia de Centros de Estudiantes u otros formatos de organización estudiantil, con adolescentes activos y comprometidos son un apoyo importante para directivos con voluntad de transformación. No existe una escuela verdaderamente transformadora si los estudiantes no son protagonistas principales de los procesos de mejora de los aprendizajes, en un sentido muy integral.
Las experiencias de aprendizaje participativo y colectivo entre pares, en tutorías en sus propios grupos o con estudiantes de otros años inferiores, demuestran que la cooperación es una herramienta pedagógica potente que debe incorporarse en los procesos educativos. También estas escuelas proponen sumar activamente a los padres y madres organizando asociaciones cooperadoras que se sienten responsables de los procesos de aprendizajes que suceden en las instituciones. No se trata de que los padres sean convocados para ocuparse de arreglar la infraestructura o recolectar fondos… se trata de sumarlos activamente a procesos educativos en donde la escuela se vincula fuertemente con la propia comunidad.
En este marco, la participación de todos los actores de la comunidad educativa en los consejos de convivencia, posibilita, no solo la resolución de conflictos sino la proyección de la escuela y la construcción de un proyecto educativo consolidado. En ellos, el equipo directivo juega un rol clave, ocupando su lugar central, a la vez que dinamizando la participación de todos los actores.
Links importantes:
Documento final de la Jornada de Debate Intersectorial (Septiembre, 2017)